• Home
  • Posts RSS
  • Escritorio
  • Edit
Blue Orange Green Pink Purple

Se oye cantar ♫


La noche eterna


Este es el relato con el que me quedé segunda en el concurso de la universidad, como hay gente que me ha dicho que lo quería leer os lo dejo aquí.


El todoterreno volaba por aquel camino a 150 kilómetros por hora. No sé cómo hice para no volcar en las curvas cerradas ni cómo no choqué contra cualquier árbol. Era noche cerrada y uno de mis faros fallaba. Mi respiración, agitada, dejaba nubes de vaho que se deshacían pocos segundos después de salir de mi boca. El coche dio un bote y me las arreglé para recuperar el control del volante y no pegármela. Había atropellado algo, un zorro o un conejo, supuse. No me paré a comprobarlo. Había pasado treinta y ocho horas sin dormir, pero el simple recuerdo de tu promesa bastaba para hacer hervir la sangre en mis venas.
Un faro se apagó y yo maldije entre dientes. Estaba tan excitado que me había olvidado de parpadear y el sudor empapaba mi camisa, helando mi espalda. La prisa me había hecho olvidar mi chaqueta, pero no mi pistola.
Tomé el desvío hacia la derecha. Dejé el coche lo más cerca que pude del edificio, pero, por lo que había entendido, aún tenía que andar durante largo rato. Hice todo el camino corriendo y mis pulmones ardían rogando por oxígeno. Por fin vislumbré la gran puerta de madera del almacén. Resollando, alcé mi mano y la abrí con gran esfuerzo.
Lo primero que vi fue la bañera, el único mueble que había en toda la sala, Iluminado por la tétrica luz blanca de la bombilla que colgaba del techo;  lo segundo, a un hombre de espaldas. Una mano se dirigía hacia tu mejilla, en la otra alcancé a ver el brillo metálico de una pistola. Actué por instinto y disparé a la espalda de aquel tío, sin saber si me habías traicionado con otro, si sería tu hermano o realmente un desconocido que iba a hacerte daño, como me avisó mi cuerpo. Me acerqué tambaleándome y tú te levantaste de golpe de la bañera.
 —Gracias a Dios que has llegado —susurraste con la mandíbula apretada—.  Escucha, tienes que deshacerte de esto. Alguien puede haber oído el disparo. Yo me encargaré de limpiar todo. Tienes que llevar el cuerpo a otro lado, te daré la dirección, llegaré más tarde que tú.
No me diste tiempo a preguntarte quién era aquel hombre o el porqué de que no quisieras deshacerte del cuerpo allí mismo, rodeados por hectáreas despobladas de vida humana. Me ayudaste a arrastrar el cadáver hasta el maletero del coche, desnuda y con el pelo mojado.
El cadáver ensangrentado, el frío del invierno y el olor a sudor de mi camiseta contrastaban con tu desnudez, que despedía vapor en contraste con la temperatura del exterior. Toda esta escena tenía algo de erótico. La adrenalina, que había desaparecido con el disparo, volvió con fuerza a mi cerebro y mi pulso se aceleró.
Me diste la dirección del lugar donde nos encontraríamos y volviste corriendo dentro del almacén. No llegué a verle la cara al cadáver en ningún momento. Me sequé las manos impregnadas de sangre con su pantalón y arranqué el motor.
El coche derrapaba por el camino y la gravilla restallaba como si estuviera granizando. El vehículo aplastó algo y yo di un bote en el asiento. Me costó recuperar el control del volante.
La excitación de volver a vernos allí y el hecho de llevar un cadáver en el maletero hacían que mi respiración se agitara hinchando mi pecho rápidamente. Mis manos manchadas de sangre, la bañera iluminada por esa luz blanca, tus músculos tensados al levantar el cuerpo sin vida de aquel hombre… Todo era tan irreal que creía que si chocase contra un árbol en ese momento despertaría en la cama con el pulso acelerado y jadeando. Me pregunté si la herida de bala aún sangraría y si estaría manchando la tapicería del coche. Era una herida fea: distinta a como pensaba que serían. Pensé que atravesaría limpiamente carne y hueso, pero la bala se quedó atascada en algún punto de su cuerpo. Era bastante desagradable. El tío no gritó, quizá murió casi instantáneamente.
Giré hacia la derecha y dejé el coche pegado a los árboles que no me dejaban internarme más. Abrí la puerta del almacén y llegué justo a tiempo para observar cómo te metías en una bañera que había en el centro de la habitación, iluminada por una única bombilla de luz blanca que hacía aún más irreal la escena. Me arrodillé ante la bañera y compartí contigo una mirada que nos hacía cómplices de un asesinato. La pistola pendía inerte de mi mano izquierda. No recordaba haberla cogido antes de venir aquí.
Alcé la mano derecha para apartarte un mechón de la cara y no llegué a terminar el gesto. Lo último que vi fue cómo se desviaban tus ojos, de estar mirando fijamente los míos, a clavar la vista en algún punto detrás de mí. Entonces algo abrasador se incrustó en mi pecho y destrozó mi pulmón, sin darme oportunidad a gritar de dolor o lamentarme. Me desplomé contra el suelo y quedé bocabajo.
Me desperté en completa oscuridad. Me revolví en aquel pequeño y angustiante espacio y noté algo helado contra mi mano. Al agarrarlo, la forma se me hizo familiar: era mi pistola. Di un par de fuertes patadas y entonces aquello se abrió. Cuando me deslicé al suelo comprendí que me habían encerrado en el maletero de un coche. Palpé mi cuerpo cuidadosamente para comprobar que no estaba herido y, cuando pasé por delante del capó del coche, pateé el cristal de un faro hasta romper la bombilla. Noté las manos y el pecho pegajosos; de sudor, supuse. Me interné en el bosque y eché a andar hasta que encontré un almacén. Abrí con fuerza la puerta y vi a un hombre con una pistola en la mano y la otra apoyada en el rostro de una mujer. Disparé sin pensarlo, simplemente siguiendo mi instinto. El hombre se desplomó sin gritar. Me acerqué a ella.
—Gracias a Dios que has llegado.
Me ayudaste a meter el cadáver en el maletero de aquel coche del que yo había salido, no se me ocurrió preguntarte qué hacías allí. Me diste una dirección y encendí el motor.
Estaba excitado. Iba a toda velocidad pensando en la promesa que me habías hecho. Mi coche derrapaba. Llegué y me agaché junto a la bañera, no se me ocurrió preguntarte cómo habías llegado allí antes que yo. Dolor en mi pecho. Despertar encerrado. Liberarme. Apretar el gatillo. Llevar el cadáver al maletero. El faro titilando. Chocar contra algo, un zorro o un conejo. Excitación. Tu piel despidiendo vapor. La luz de la bombilla. Dolor abrasador. Despertar. Derrapar. Romper el faro. Disparar. Dolor en mi pecho. Gracias a Dios que has llegado.
Read More 2 susurros | Una parte del día, Mirna Macondo edit post

2 susurros

  1. Kosmisch on 17 de febrero de 2016, 18:18

    Hola recién veo tu blog, es muy interesante y fluido, me gustó .

    http://buscandotelibro.blogspot.com.ar/

    http://pensamientosenelahora.blogspot.com.ar/

    Gracias por tu tiempo, y sigamos compartiendo lo que amamos !

    Kosmisch

     
  2. Pablo270686 on 2 de mayo de 2018, 17:02

    Jolin, Mirna mira que hace tiempo que no me pasaba, si con esto quedaste segunda ¿Como sería el primer relato? Me has dejado completamente KO.

    saluDOS desde años lejanos.

     


Publicar un comentario
Entrada más reciente Entrada antigua Inicio

Susurros
en la hierba

  • Mirna
      Qué más da una descripción. Conóceme por mis palabras y mis historias, no por adjetivos huecos que no indican realmente cómo soy.
  • Prisas de un beso urgente

    Creative Commons License
    Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

    Mis caprichos de un dólar

    • Arrrgh (1)
    • Conóceme (1)
    • Dandelion et Coquelicot (1)
    • Ellos (5)
    • Frases (3)
    • Historia de lo efímero (3)
    • Historias (27)
    • Interrogantes (2)
    • Les désirs interdits (1)
    • Mirna (11)
    • Pensamientos (7)

    Ruidos de lata

    • No pares esa canción, aún*
      Te estoy diciendo la verdad
    • mi república azul azulejo
      Minúscula.
    • Hablar en silencio
      La pluma
    • Hoy sopa
      Acabo de hacerme otro
    • Retazos.
      CLAUSURA
    • Aprendiendo a ver el cielo más azul
    • EL JARDÍN DE ACRACIA
    • If I lie here...
  • Search






    • Home
    • Posts RSS
    • Comments RSS
    • Edit

    © Copyright Susurros en la hierba. All rights reserved.
    Designed by FTL Wordpress Themes | Bloggerized by FalconHive.com

    Back to Top