Ella está con los brazos abiertos. Su chaqueta y su pelo ondean hacia delante porque el viento empuja sus cabellos.
Ella me oye llegar. Ella siempre sabe cuándo estoy y cuándo no.
-¿Nunca has tenido ganas de probar? –me dice. No la oigo, el viento arrastra sus palabras-. ¿¡Nunca has tenido ganas de probar!? –me repite más alto.
-Saltar –su cuerpo se yergue- Volar –flexiona las piernas- Caer –echa la cabeza hacia atrás- La sonrisa de placer antes de chocar contra el suelo en un suicidio –Ella estira las piernas haciendo una amago de saltar. No le veo el rostro, pero sé que está sonriendo.
Tengo miedo de interrumpir este momento mágico. Quiero verla saltar. Quiero verla volar, quiero verla sonreír de placer, pero no quiero verla caer y no quiero verla chocar.
La hierba ondea hacia ella. El viento la empuja.
Ella toma aire y si lo sé es porque su espalda se curva.
Interrumpo ese momento cogiéndola por uno de sus brazos extendidos.
El viento se para. Ya no hay magia en el lugar. Se oyen los coches pasar…
Veo como Ella cierra los ojos y sonríe. Creo que es de decepción…
-Para –digo jadeante. Nunca me había cansado tanto como ahora, nunca había acumulado tanta tensión- ¡Si sigues así te matarás!
Ella me sonríe y me mira con sus ojos apagados y su sonrisa brillante.
-A éste paso me vas a hacer arrepentirme de haberte enseñado este lugar –digo yo preocupado.
-Nunca, nunca –me dice- Te arrepientas de haber hecho algo. Las cosas que están hechas, hechas están. No te vuelvas atrás. No dejes que el pasado te alcance. Salta cuando lo necesites, siempre hacia delante…