- Hola, Charlie - dice con el tono más sexy que tiene.
Ella lo mira triste y un poco desilusionada, lo que provoca que él se incorpore de la pared en la que está apoyado.
- Jo, hasta me han dejado un cigarro para preparar la escena sensual del chico que va a recoger a su nena.
- No sabes qué día super-asco he tenido... - Dice Charlotte. Se pone el casco y se sienta en el asiento de atrás.
- Ahora paramos un momento en La Casa del Loco y me cuentas.
Pablo le da un beso al casco de ella, donde se supone que está la mejilla, y se pone el suyo también.
Cuando se bajan y entran al bar, el camarero les saluda fogosamente.
- ¡Eh, la parejita!
- ¡Que no somos parejita! - dicen los dos a la vez.
- Bueno, pero siempre estáis juntos. Hijos, dais mucho que cotillear.
Charlotte pone los ojos en blanco y Pablo no puede contener la risa.
Se sientan en su esquina habitual y esperan a que Miguel les atienda.
- No sé por qué no le dices que eres gay. No tiene pinta de ser homófobo, y tampoco de los que hacen una montaña de un grano de arena - le sugiere Charlotte.
Pablo sonríe y mira por la ventana.
- Ya, bueno... Yo tampoco lo sé. Pero de momento estoy bien y no tengo necesidad de nada nuevo...
- Ten cuidado con la rutina, que es muy mala - le aconseja Charlotte - Mira, ya viene a tomarnos nota.
Miguel se acerca e interrumpe a Charlotte cuando esta va a pedir.
- Yo quiero una...
- No, no tenemos pepsi. La única que tomaría serías tú y no nos sale rentable.
Charlotte se pone del color de su pelo y se enfurruña.
- Yo lo de siempre - pide Pablo - Y ella Fanta de naranja.
El camarero les sonríe y se va a por las bebidas.
- Cuéntame tu vida, pepsi-cola.
Charlotte pone morritos.
- Pues, a primera me tocaba Inglés y la profe me ha puesto dos exámenes. Luego, en Historia vamos juntos y ya me has visto. Para poder escuchar esa clase hay que ponerse tapones, nos va a explotar el tímpano. No sabía que un hombre pudiera ser soprano - dice ella malhumorada.
- De esa parte me he enterado. Luego me he pirado en el recreo - dice Pablo mientras saca el móvil.
Charlotte le sigue narrando su día mientras mira la pantalla de la tele del bar.
- En el recreo estaba con Miriam, Sara y Diego y haciendo el tonto, me han tirado al suelo. Mira...
Charlotte le enseña sus pantalones de gimnasia, rajados por el lateral de la pierna derecha.
- Hostia - exclama Pablo - Joder, es que no sé para qué te compras la ropa en Adidas... No sé, yo voy tan pancho con mis Decathlones.
- Yo voy más cómoda, en serio. Bueno, sigo. En Francés nos han echado una bronca y en Gimnasia me han puesto con el tío que más odio de la clase.
Pablo lee el mensaje y se le ilumina la cara.
- ¿Es Cristian? - pregunta ella con curiosidad.
- Pues claro - responde él con suficiencia.
Miguel se les acerca y les deja las bebidas. Les guiña un ojo y se vuelve al trabajo. Charlotte mira al grupo que ha llegado y se inclina hacia Pablo:
- Parece que no va a poder quedarse con nosotros... Ha llegado el grupillo en el que toca.
Pablo echa una ojeada mientras responde al mensaje.
- Te quiero, a ver si nos vemos, XxX, te como tó a besos - lee Charlotte mientras Pablo aleja el móvil de ella.
- Estúpida, que no he puesto eso - dice sonrojado él - ¿Y ya está?
- ¿Te parece poco? - dice ella enojada, bebiendo a grandes tragos la Fanta.
- No, la verdad es que está bien para ser un día. Esperemos que no vaya a peor...
- Sí que puede ir... - suspira Charlotte.
- ¿Tienes que volver?
- Sí...
Pablo mueve la boca hacia un lado y le revuelve el pelo a su amiga, consolándola:
- La probabilidad de que te encuentres con él es muy pequeña...
- Ya.
- ¿Quieres que me cuele en tu clase? - sugiere él mientras acaba su refresco.
- No, da igual.
Charlotte se levanta y deja dos euros en la mesa, cuando oye gritar enfurecido a Miguel.
- ¡Joder, me voy antes de que me pille! - grita Charlotte incorporándose rápidamente.
- ¡Te acompaño, o me la cargaré yo! - la secunda Pablo, dejando otros dos euros.
-¡Sois unos gilipollas! ¡Os dije que no pagarais más aquí!
Charlotte y Pablo salen corriendo del bar y se montan en la moto, lo más rápido que pueden, mientras ven al camarero correr con el delantal al viento.
-¡Arrancaaaaaaaaaaaa!
- ¡Se ha calado!
Consiguen escapar a duras penas y se van juntos por la ciudad.
Mirna va a la tienda de animales y mira los peces. Ha comprado una pecera redonda.
Se queda un rato observándolos.
Elige dos, uno naranja brillante y otro naranja-rojizo, del color del pelo de Charlotte.
Compra los productos químicos para el agua y paga todo en la caja.
Mirna está contenta.
Pues si Mirna es feliz, que les den a los otros XD.
PD: Gracias por las criticas.
saluDOS
Me alegro que Mirna sea feliz. Me ha gustado Charlotte, no sé, parece... sincera. Y Pablo, muy cielo :)
.un muáh señorita de marte :]
Me ha gustado la historia totalmente actual y totalmente veraz. En particular ese final con la imagen de la pecera, a escala del mundo de Charlotte y Pablo.
Tienes un blog exquisito y delicado que he descubierto casi por casualidad. Lo seguiré a partir de ahora.
Bueno, la verdad es que sólo quería decirte que he vuelto :) En mi perfil tienes mi nuevo blog, si te apetece pasarte :)
.un muáh estelar para ti, mi chica de Marte.