Sheila ha viajado desde Cuba a España varias veces, porque tiene a su hermano y sus padres viviendo allí. La cosa está mejor, dicen, aunque estén pasando por una crisis.
Va en avión. Y a veces, cuando baja, se marea un poco por el cambio de tiempo y presión. Lleva en la muñeca dos pulseras, una contra los mareos y otra contra el SIDA, de color rojo.
Le sobran unos kilitos, igual cinco o seis, pero cuando la ves a primera vista es una agradable mujer regordeta que inspira confianza y sonrisas por todos lados.
Los profesores tienen muchas esperanzas puestas en ella.
Sheila tiene muy claros sus objetivos e inspira confianza allá por donde va. Sabe que en su profesión no se permiten fallos y por lo general, no duda en hacer las cosas, pero siempre las piensa dos veces. No le preocupa demasiado su aspecto físico y se recoge el pelo en un moño despeluchado.
Frederick es alemán, y acaba de terminar sus estudios bilingües de francés y español. Hace poco viajó a España de erasmus, y se pone muy rojo cuando le piden que diga alguna palabra en su idioma. Está un poco obsesionado con las enfermedades que se transmiten por vía oral, y siempre toma muchas precauciones: se lava las manos durante treinta segundos y lleva tres paquetes de pañuelos en su mochila.
Frederick es delgado por naturaleza y le gusta poner ketchup a lo primero que pilla: sus bocatas llevan esta salsa, se lo pone a la merluza y hasta al arroz (aunque decidió que esta última mezcla no le convencía demasiado).
Frederick no tiene pensado su futuro, porque tiene la autoestima un poco baja. Tiene el pelo marrón cobrizo. En los días de sol, emite unos destellos que llaman la atención. Contrastan con su piel, pálida. Es un poco pesimista y le tiembla a veces la voz al hablar, que es algo que ha hecho dudar a veces a sus mentores de su capacidad para los idiomas: sin embargo, este pequeño defecto lo corrige poniendo mucho empeño y estudio.
Frederick y Sheila se encontraron en el aeropuerto de Barajas. En la escalera mecánica, Sheila iba dos puestos por detrás de Fred.
Si se hubiesen visto, Sheila no habría dudado en comenzar a hablar. Esto habría provocado un enrojecimiento por parte de Frederick y una sonora risa por parte de ella, que habría hecho sonreír al intérprete.
Sin embargo, no se encontraron.
Frederick y Sheila no tienen mucho que ver. Tienen personalidades distinas y profesiones que tampoco tienen mucho en común.
Pero si hubiesen coincidido, se habrían enamorado al instante. Porque estas cosas suceden así. Son medias naranjas, que justamente en ese momento encajaron.
Pero Sheila caminó hacia el restaurante a por un bocata y Frederick se sentó en un banco, esperando a que anunciasen su avión de vuelta a Alemania por megafonía.
Sheila volvió a Cuba y aprobó sus oposiciones.
Frederick se tomó un tiempo de descanso observando su título de intérprete.
Así que no se encontraron.
O al menos esta vez.
Quizás, se encuentren otra vez en España, en el mismo aeropuerto, y a la señorita casualidad le de por pasar y que le dé una bajada de azúcar a Fred y sea Sheila quien le atienda.
Las medias naranjas ruedan y ruedan, hasta que encuentren el lugar y momento en el que puedan unirse para formar una sola.
Se me han puesto los pelos de gallina.
saluDOS
Muy buenas líneas.
Re: gracias por pasar.
Realmente has conseguido que le tome cariño a los personajes en apenas dos párrafos...
Continuarán con sus vidas, toparán con un par de limones que terminarán exprimiendo y puede que con algún que otro melocotón; pero si preguntáramos a Paulo Coelho auguraría que cuando algo tiene que suceder, el Universo entero conspira para que suceda...
Quien sabe si será en un aeropuerto, tal vez en una conferencia médica en Alemania, en la que se necesite un traductor, puede que después de la más grande convención de ketchupadictos celebrada en Cuba :)
¡Un saludo!
A mi me gusta pensar que la señorita casualidad los hará reencontrarse algún día, y hará que se conozcan. Porque si no lo hacen, ¿qué gracia tendría ser media naranja?
Me ha gustado Fred, y Sheila, aunque me gustaría muchísimo más leer alguna cosita más de ellos.
.un muáh, preciosa de Marte :]
me ha encantado =)
espero que vuelvas a escribir sobre ellos.
Como siempre genial Miss Mirna.
Que curiosa tu teoría sobre que los zapatos dicen como es una persona.
La verdad es que no suelo fijarme en los zapatos, en los ojos si pero en los zapatos la verdad es que no.
Sigue así con esas historias tan dulces.
Saludos.
quizá tenga que ir más en avión para poder encontrar mi media naranja. o hacer alguna visita a una ciudad que no sea la mía y dejarme perder x ahí...
:)