Da vueltas.
Cambia cada dos por tres el sentido de su vuelo.
Sus alas se agitan rápidamente.
Una ventana se entreabre un poco.
Hay una luz encendida.
La polilla observa deteniendo un poco la velocidad de su vuelo.
A las polillas les encanta la luz. Esta no es una excepción.
El pequeño insecto reanuda su batir de alas, fascinada por esa blanca luz que se ve en un cuadradito.
Ya queda menos para alcanzar esa luz que tanto le gusta.
Y va a faltar tan poco... Y sin embargo algo se interpone entre su ansiado deseo y su propio ser.
La polilla está desconcertada. ¿De dónde ha salido esta pared invisible?
Da la vuelta y se distancia un poquito. Coge impulso... y se choca otra vez haciéndose un poco de daño.
Repite el proceso varias veces. En su piel se van formando bultitos por los choques.
Desesperada, va avanzando con las patitas por el cristal. Lo recorre varias veces, de derecha a izquierda, de izquierda a abajo, de abajo a arriba... ¡Oh! ¡Ya no hay pared invisible!
La polilla continúa su vuelo, un poco inerte, y sin un rumbo definido, aún le afectan los golpes que se ha dado.
Se deja caer levemente planeando hacia el suelo. Allí descansa un poco.
La polilla se pasea por el suelo mirando las zonas iluminadas. Se queda justo debajo del resplandor de la lámpara que hay colgada en el techo.
Pero no le convence. Es un resplandor sin calor. No es luz. No es su deseo.
Entonces mueve la cabecita hacia arriba y la ve. Ahí está.
Sus alas empiezan a vibrar, aumentando la velocidad, y empieza un corto vuelo.
Se aproxima creando círculos, avanzando en espiral.
Cada vez se hacen más pequeñas, como símbolo de que le queda menos para llegar a su tesoro.
Y va a llegar... Va a llegar... Y toca su ansiado resplandor con las patitas por un instante.
Por un instante la luz la inunda, la llena y le sacia la sed de deseo.
Pero ese instante se acaba, y de repente nota un tremendo dolor en sus patitas.
La polilla se separa de la bombilla asustada y la rodea dando vueltas.
La luz que tanto desea le ha quemado y ahora está dolorida por el rechazo de su luminoso amor.
Intenta un nuevo acercamiento pero no soporta más de unos segundos la potencia de la bombilla.
La luz parece más apagada, como decepcionada de que la polilla no hubiese podido conseguir estar junto a ella.
Da vueltas alrededor de la lámpara, intentando situarse lo más cerca posible.
Pero sabe que no es suficiente.
La polilla se aleja, descorazonada.
Tanto por el rechazo de lo que ansía como por no haber podido aguantar a su lado.
¿Por qué lo que más deseamos nos causa dolor?
La polilla se acerca a la pared invisible y posa sus doloridas patitas sobre ella. El frío cristal le causa una sensación de alivio.
Entonces ve una sombra reflectada y unas gigantescas formas la atrapan. La polilla se mueve asustada e indefensa en un hueco pequeñito.
De repente esas formas se abren y ve que está fuera del lugar de la luz brillante. El pequeño insecto se posa sobre el cristal de nuevo y observa al ¿Carcelero? ¿Liberador? al lado opuesto de la pared invisible.
Avanza un poco por el cristal. Las patitas ya no le duelen tanto.
Emprende el vuelo y ve que empieza a clarear la noche.
La polilla vuela hasta que encuentra un lugar adecuado para dormir.
Mañana intentará volver a encontrar a su amor, en otro lugar, en el mismo...
Encoge las patitas. Mañana estarán curadas.
Junto a su corazón. Ahora le duele por el rechazo de su ansia, pero igual mañana se enamora de otra luz...
De otro deseo que mata.
Simlemente genial, la polilla de luz en luz y nunca se está quieta. He visto más de una caer a plomo desde la luz que contemplaba. Sí, a eso se le llama morir de amor! Una metáfora muy bien buscada, la verdad, nunca se me habría ocurrido comparar el amor con una polilla...aunque nunca digas nunca, igual a la polilla le empieza a gustar el fresquito del cristal :)
Un saludo!
Bueno que decir... por lo menos la polilla no perdió la piernas por voluntad propia.(Si ya se que no es un gran comentario) Pero...
Me ha gustado mucho. Chachifantastica. ^__^
Saludos robóticos.
Un saludillo, pequeña ;)
Nunca me habia parado a pensar de esa manera en la vida de una polilla.
En verdad si, pero yo me hacia mis historias con las hormidas en mi chalet, pero no con las polillas.
saluDOS
*Hormigas :P
Las polillas dan mucho juego, no cabe duda... ;)
Acabaré por sentarme en una silla enfrente del baila tomando seven up.
que lloro