La hierba ondeaba al viento.
Las nubes avanzaban rápido por el cielo.
En mi mp4 sonaba Aruarian Dance.
Ella estaba de pie en el camino de tierra que te lleva cerca de la colina.
Hay un lugar al que siempre voy cuando necesito tranquilizarme.
Es una colina.
Es un lugar al que cuesta un poco ir, o al menos desde mi piso de la ciudad. Pero cuando estás allí todo se vuelve de color verde y azul…
Realmente tampoco es que tenga nada si pasas por allí rápidamente. Hace poco leí en un cartel con forma de robot una historia en la que una masa de gente arrasaba una ciudad que quería enseñarle lo que tenía al mundo. Y como pensé por entonces, hay que ver los detalles con paciencia y claridad, es lo que hacen mágico al mundo. Si el mundo sólo fuese mundo, sin nada más, sería un pedazo de tierra con mucho azul turquesa y trozos verdes.
Pero cuando vas aumentando, aumentando, aumentando cada vez más, empiezas a ver selvas, desiertos, ciudades, personas, animales, insectos…
Las partes pequeñas del interior de cada objeto es lo que lo hacen especial y único a los ojos.
Así que la primera vez que pasé por allí no me fijé en nada. Un solar verde que estaría lleno de molestas hormigas.
Al día siguiente volví por ese camino y como tenía tiempo libre me paré a observar, y me di un largo paseo.
Todos los lugares eran preciosos. Cada brizna de hierba tenía su magia propia y se movía diferente a las demás. Me tumbé, cerré los ojos y cuando los abrí, las nubes se movían deprisa por la acción del viento.
Seguí explorando y descubrí el lugar más mágico de todos. Era como si la fantasía y la imaginación terminasen en ese lugar, donde al terminar la colina en una brusca pendiente verde, empezaba el ruido de los coches, el negro del asfalto.
Hasta parecía dividido el blanco de las nubes y el gris de las de la ciudad…
Pasé unos cuantos días allí.
Simplemente tumbarme y respirar, o pasear, cerrar los ojos, extender los brazos y sentir el viento pasar a través de ti…
Ella estaba de pie.
En el camino de tierra que te lleva cerca del lugar mágico.
Miraba tranquila a un punto situado cerca de sus pies.
Entonces alzó la cabeza y me miró durante un largo minuto.
Unos vaqueros rotos un poco anchos al final.
Una camiseta holgada de algodón.
Pelo largo, de un color castaño apagado con unas puntitas que aparecían por los lados.
La chica me sonrió.
Yo me acerqué unos pasos y le pregunté:
-¿Quieres que te enseñe un lugar mágico?
La chica me sonrió con una mirada muy misteriosa y me cogió de la mano.
-Me llamo Mirna.
En sus auriculares Iván Ferreiro cantaba ¿Qué ha pasado?
Y en el mío sonaban los primeros sonidos de la canción que llevaba su nombre.
Precioso Mirna!
Qué decir de las colinas como esa... que te llevan a lugares mágicos. Creo que hay muchas más de las que pensamos, simplemente hay que pararse a observar y, como bien has dicho, ampliar, ampliar poco a poco hasta percibir los detalles, y detenerse para disfrutar del mundo mágico que nos acecha detrás de cada colina.
Brillante,
Un saludo!
Cuanto tiempo sin leerte.
A ver si no nos haces esperar otra eternidad para leerte.
saluDOS
Diosssssssssss... qué final tan bonito...
Las historias como esta contribuyen a que sigamos creyendo en el amor y, también, en que la magia existe ;)
Un besazo, bonita!!!
Han soplado hoy.
No fuerte, simplemente es que no cesa su soplo.